Yo no suelo prestarle mucha atención a la gente, pero por el contrario, suelo sentarme con mi pareja a observar a las personas y, según cómo visten o se comportan, nos inventamos historias sobre de qué están hablando, si son pareja o no, y les inventamos una vida con sus problemas y temas de conversación. Me gusta hacer este ejercicio mental para ser más perceptivo con mi entorno.

Hoy, en el transporte público, escuché a una persona detrás de mí que hablaba por teléfono sobre una reunión para recibir papel higiénico que le faltaba. Con mis ejercicios mentales, supuse que era un marido que se había olvidado de llevar algunas compras a casa después de ir al mercado el día anterior.

Cuando me bajé del transporte público, la persona que hablaba detrás de mí se bajó en el mismo lugar. Resultó que era una promotora de ventas de una marca de servilletas y productos de aseo, con su uniforme de trabajo. En ese momento, toda la conversación tuvo sentido. Por eso, no me gusta el chisme.

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